Desde su creación en 1945, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha jugado un papel crucial en la gobernanza global, particularmente en la administración y solución de conflictos internacionales. Con el tiempo, su función ha cambiado, enfrentándose a nuevos retos que han probado su efectividad y trascendencia en el ámbito global. Examinar el papel presente de la ONU requiere estudiar su estructura, herramientas, éxitos y restricciones en la prevención, gestión y resolución de disputas entre naciones y en su interior.
Organización y métodos de intervención
El Consejo de Seguridad sigue siendo el órgano central en la respuesta ante crisis internacionales. Formado por quince miembros, cinco de ellos permanentes con derecho a veto (Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Reino Unido), este consejo es responsable de adoptar medidas vinculantes, autorizar misiones de paz y, en casos extremos, sancionar intervenciones militares. Sin embargo, el uso del veto y las tensiones geopolíticas han limitado la eficacia de este cuerpo frente a conflictos como la guerra civil siria y la invasión rusa de Ucrania.
Las misiones de mantenimiento de la paz representan la cara visible de las acciones de la ONU. Actualmente, hay más de diez misiones activas en África, el Medio Oriente y Asia, donde los «cascos azules» tienen la tarea de proteger a los civiles, apoyar procesos electorales, facilitar la entrega de asistencia humanitaria y desarmar a los combatientes. Algunos ejemplos recientes son la MONUSCO en la República Democrática del Congo y la UNIFIL en Líbano. Estas misiones han logrado éxitos parciales; por ejemplo, en Costa de Marfil, la intervención de la ONU fue crucial para la estabilización post-electoral en 2011. Sin embargo, en lugares como Sudán del Sur o Mali, la persistencia de la violencia evidencia las limitaciones inherentes por la falta de recursos, mandatos ambiguos y la escasa colaboración local.
Diplomacia preventiva y mediación
La función de la diplomacia en la ONU ha ganado relevancia gracias a sus delegados y mediadores. Figuras como Staffan de Mistura (Siria) o Martin Griffiths (Yemen) han trabajado para establecer diálogos entre grupos en conflicto, aunque los resultados han sido limitados debido a la complejidad de los intereses regionales y globales. La diplomacia preventiva, fundamentada en el Artículo 33 de la Carta de la ONU, implica respaldar negociaciones, enviar observadores y crear informes independientes que puedan servir como base para soluciones políticas.
El poder de la legalidad internacional
El sistema de la ONU comprende también órganos judiciales como la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional (esta última órgano independiente pero reconocido en su sistema). Ambos han sido herramientas clave para el enjuiciamiento de crímenes de guerra, genocidio y resolución de disputas territoriales y marítimas. El fallo en 2019 sobre el litigio marítimo entre Ucrania y Rusia en el Mar Negro o las sentencias contra líderes africanos en la Haya ilustran el potencial, aunque la ejecución de sus decisiones depende de la voluntad de los Estados.
Respuestas humanitarias y derechos humanos
Frente a las crisis humanitarias que complica todo conflicto internacional, organismos como ACNUR, OCHA y UNICEF han desplegado respuestas masivas para asistir a desplazados y refugiados. Los datos reflejan la magnitud: en 2022, la ONU atendió a más de 82 millones de personas desplazadas por la fuerza, según el Alto Comisionado para los Refugiados. Paralelamente, el Consejo de Derechos Humanos documenta abusos y promueve mecanismos de rendición de cuentas, aunque enfrenta críticas por la composición de sus integrantes y el alcance de sus resoluciones.
Retos políticos y reestructuración
Los retos fundamentales a los que se enfrenta la ONU en conflictos internacionales derivan de la arquitectura heredada de la Segunda Guerra Mundial, que privilegia a ciertos Estados sobre otros, y de la compleja red de intereses nacionales. El estancamiento ante la guerra en Ucrania, donde Rusia emplea su derecho de veto, evidencia la dificultad de una reforma profunda del Consejo de Seguridad. También pesan críticas por la inacción ante crímenes masivos en Siria o Yemen y la escasa representación de países en vías de desarrollo.
Las demandas por mayor democratización interna, transparencia y efectividad han dado lugar a propuestas de reforma, desde limitar el veto en atrocidades masivas hasta ampliar la membresía permanente. Sin embargo, los avances en esta materia han sido lentos, lo que estimula debates sobre la futura legitimidad de la organización.
Reflexión sobre el impacto y la pertinencia actual
Analizar el presente de la ONU implica reconocer tanto sus aportes innegables como sus carencias frente a un panorama internacional fragmentado. Es cierto que, en ciertos escenarios, la organización logra evitar escaladas y aliviar el sufrimiento de millones, manteniendo abierto el canal para la diplomacia multilateral y la cooperación humanitaria. Al mismo tiempo, sus limitaciones —estructurales, políticas y financieras— condicionan la capacidad de incidir en los conflictos más complejos del siglo XXI.
El rol de la ONU, entre la intermediación diplomática, la voz moral y la acción en terreno, sigue siendo indispensable, aunque imperfecto. El desafío reside en adaptar sus métodos y estructura para responder con mayor eficacia y legitimidad a las tragedias humanas que marcan nuestro tiempo, en un contexto donde su autoridad y relevancia dependen, más que nunca, de la voluntad colectiva e innovadora de la comunidad internacional.