Nuestro sitio web utiliza cookies para mejorar y personalizar su experiencia y para mostrar anuncios (si los hay). Nuestro sitio web también puede incluir cookies de terceros como Google Adsense, Google Analytics, Youtube. Al utilizar el sitio web, usted acepta el uso de cookies. Hemos actualizado nuestra Política de Privacidad. Haga clic en el botón para consultar nuestra Política de privacidad.

El fenómeno global de las muñecas Labubu chinas coleccionables

Lo que empezó como un fenómeno de nicho en Asia se ha convertido en una fiebre internacional: las muñecas Labubu, figuras coleccionables chinas con un diseño entre lo adorable y lo excéntrico, hoy generan listas de espera, mercados de reventa y una comunidad global de seguidores. Su éxito no solo radica en su estética kawaii o en las estrategias de marketing inteligentes, sino también en el impulso de celebridades internacionales como Rihanna y Dua Lipa, quienes han mostrado públicamente su fascinación por estas curiosas figuras.

El origen artístico de Labubu

Labubu forma parte de la serie “The Monsters”, diseñada por el artista chino Kasing Lung y producida por la compañía Pop Mart, conocida por su enfoque en designer toys. Estas figuras, que miden entre 10 y 15 cm, se distinguen por sus orejas alargadas, su expresión traviesa y una mezcla de dulzura y rebeldía. A pesar de que puedan parecer simples figuritas, su diseño artístico y su producción en ediciones limitadas las han transformado en objetos de culto.

Una vivencia de colección incomparable

La táctica que ha llevado al triunfo de Labubu ha sido cuidadosamente planificada. Pop Mart vende las figuras en cajas cerradas (blind boxes), donde el cliente desconoce cuál personaje recibirá. Esto crea una experiencia lúdica, de colección y sorpresa que atrapa. Además, la calidad en los acabados y la diversidad de diseños es notable: desde personajes inspirados en relatos clásicos hasta ediciones con temas de temporada o asociaciones con marcas de diseño.

Celebridades que las aman

La visibilidad internacional de Labubu explotó cuando Rihanna y Dua Lipa compartieron sus muñecas en redes sociales, mostrando con naturalidad su entusiasmo por ellas. Esa sola acción bastó para disparar la demanda en Occidente. De repente, fans y seguidores empezaron a buscar esas misteriosas figuras que las estrellas llevaban en bolsos o mostraban en backstage. Labubu pasó de ser un secreto de coleccionistas asiáticos a convertirse en tendencia global.

Las redes sociales como escaparates del fervor

En plataformas como TikTok e Instagram, Labubu ha encontrado terreno fértil para multiplicar su popularidad. Videos de unboxings, análisis de figuras raras y tours por colecciones personales se han vuelto virales. En grupos de Facebook, las comunidades de fans intercambian, compran y venden figuras, algunas de las cuales pueden alcanzar valores superiores a los 300 dólares en mercados de reventa.

Más que un juguete: un símbolo emocional

La atracción por Labubu trasciende lo estético o lo coleccionable. Satisface una necesidad emocional: un vínculo con objetos diminutos, singulares y con carácter propio. En una era de consumo masivo y objetos efímeros, las Labubu presentan un lujo emocional: carecen de utilidad práctica, pero poseen un profundo significado para sus dueños.

Lo que le depara el futuro al universo Labubu

Todo indica que el fenómeno Labubu seguirá creciendo. Pop Mart ya está explorando nuevas formas de expansión: desde animaciones hasta videojuegos, moda o colaboraciones con marcas internacionales. La creación de un “universo Labubu” al estilo de otros grandes íconos culturales parece cada vez más probable, con productos digitales y experiencias inmersivas que complementen el aspecto físico de las figuras.

Cultura pop con orejas puntiagudas

Labubu ha demostrado que en la era digital aún hay espacio para el coleccionismo físico, emocional y artístico. Con una estética única, una comunidad apasionada y el respaldo de celebridades globales, estas pequeñas criaturas se han instalado como parte de la cultura pop contemporánea. Y si algo está claro, es que su historia apenas comienza.

Por Melissa Andreina Mendoza Araujo

Artículos similares